XXIV Domingo Ordinario

XXIV Domingo Ordinario
                            2 Cor 5, 19
Aleluya, aleluya. Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
 
Aleluya, aleluya.

Hoy en el evangelio de San Lucas hay tres parábolas: Buscando una oveja perdida de cien, buscando una moneda perdida de diez y de un padre y sus dos hijos.

¿Por qué ha puesto la Iglesia estas tres parábolas en una lectura para nosotros este domingo? Cuando estamos enseñando, los estudios nos dicen que se necesita repetir una idea o un concepto a lo menos tres veces para que se oiga y recuerda. Jesús usa tres imágenes comunes para hablar del amor incondicional que Dios tiene para cada individual.

En la última parábola del padre y sus dos hijos oímos como el padre perdona al hijo menor y el hijo mayor está enojado y quizás celoso. Aquí vemos como Jesús les está respondiendo a los fariseos y los escribes porque ellos están murmurando que Él convive con los publicanos y los pecadores. Tenemos que recordar a no ser farisaica o a creernos más justos que otros porque sólo Dios conoce nuestros corazones.

Hoy recordamos que el 11 de septiembre de 2001, casi 3.000 personas fueron asesinadas, 400 eran oficiales de policía y bomberos, en los ataques terroristas al World Trade Center en Nueva York, en el Pentágono en Washington, D.C. y en un accidente de avión cerca de Shanksville, PA. Oremos que descansen en paz y oremos para los que sobrevivieron y todas las familias que sufrieron y siguen sufriendo a causa de esta tragedia.



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