XXX Domingo Ordinario
XXX Domingo Ordinario
Aleluya, aleluya. Dios ha reconciliado consigo al
mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la
reconciliación. Aleluya, aleluya. 2
Cor 5, 19
Jesús en el evangelio de hoy, según San Lucas, cuenta
la parábola del fariseo y el publicano. Los dos van al templo a rezar. Uno se
justifica antes de Dios y el otro pide perdón.
Los
dos hombres en la parábola han basado como vienen ante Dios en como ellos
mismos se ven. El fariseo se acera al altar y le dice a Dios todo lo que hace para
Él (en seguir la ley y que él hacía más que se pedía en la ley). El publicano
que cogía las impuestas se quedó atrás en las sombras de los pilares del templo
y golpeado su pecho, simple dice: «Dios
ten merced a este pecador.” Uno creyéndose
bueno y justo antes Dios y el otro creyéndose necesitando la merced de Dios.
Lo
que uno tiene que recordar es que nuestra relación con Dios no está basada en
quienes somos pero en quien es Dios. Este Dios los ha creado a ellos (y
nosotros) y los ha llamado (y también a nosotros) a una relación que debe ser
la base de sus oraciones (nuestras oraciones).
Por lo tanto, la merced de Dios se le da al publicano y al fariseo, que en sus rezos toma crédito por su virtud, no recibe nada
de Dios.
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