III Domingo de Pascua




Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor
y con él a mi lado, jamás tropezaré.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.              Salmo 15




Santo Evangelio: Lc 24, 13-35

Frase Clave: “Y ellos se decían el uno al otro: ‘¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!’ ”

El evangelio del domingo próximo (Lucas 24: 13-35), el camino hacia la historia de Emaús no nos da respuestas. Plantea preguntas e invita a la reflexión.

Si tu vida ha sido destrozada, esta es tu historia. Si tu vida ha sido restaurada, esta es tu historia. Y si alguna vez has estado en ese lugar intermedio, entre la destrucción y la restauración, esta es tu historia.

Al principio del camino a Emaús, los dos discípulos están destrozados: Jesús ha muerto. ¿Pero cómo? ¿No era el Mesías, el que iba liberarnos y traer el reino de Dios? ¿Hemos creído en vano?

Durante el viaje: Un hombre se une con ellos y ellos le cuentan lo que ha pasado. Este hombre les explica lo que dicen las Escrituras del Mesías.

Al fin, llegan a Emaús, los discípulos invitan al hombre que se queden con ellos. Reconocen a Jesús en la fracción del pan.

Hay una Jerusalén dentro de nosotros y una Emaús dentro de nosotros, y ambas se representan en nuestras vidas. Es un viaje que cada uno de nosotros ha tomado, está tomando o tomará. Sin embargo, no es un viaje de una sola vez. Es un viaje que hacemos una y otra vez.

¿Te has sentido como los discípulos alguna vez? ¿Qué hiciste para animarte? ¿Cómo ayudas a los desanimados? ¿Cómo puedes enriquecer tu conocimiento de las Escrituras? ¿De la Eucaristía?

1) imagen por Greg Olsen

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